Veamos que nos dice el Papa Benedicto XVI con ocasión de esta magna fiesta de la Iglesia:
Cada vez que celebramos la festividad de la Asunción, se nos presenta ante los ojos la grandiosa señal de la que nos habla la primera lectura de este día: una mujer revestida por el Sol, o sea, inmersa en la luz de Dios, que la inhabita porque Ella habita en Él. Hombre y Dios se compenetran y se intercomunican. Los Cielos y la tierra se han fundido. Por debajo de los pies, la Luna, como signo de que lo efímero y mortal ha sido superado, y que la transitoriedad de las cosas ha sido convertida en existencia perdurable. Y la corona de doce estrellas significa salvación, porque las doce estrellas representan la familia nueva de Dios, anticipada por los doce hijos de Jacob y los doce Apóstoles de Jesucristo. En esta fiesta pletórica de esperanza y de alegría comprendemos que Jesucristo no ha querido estar solo a la derecha del Padre, y que con ella se clausura propiamente la nueva Pascua. Jesucristo no se va solo para encontrarse a solas con el Padre, abandonando a su suerte nuestra tierra. Recibiendo a María, inicia para nosotros, los que estamos en la tierra, nuestra propia recepción para que Dios y nuestro mundo se vayan compenetrando, y aparezca una tierra nueva.
Por tanto, la enseñanza que se nos da en este día es la siguiente: que el Señor no está solo; que el nacimiento de la tierra nueva, lejos de situarse en el futuro, ha comenzado ya, y que es un germen para cualquiera de los hombres desde el momento en que se da completamente a Dios.
Por tanto, la enseñanza que se nos da en este día es la siguiente: que el Señor no está solo; que el nacimiento de la tierra nueva, lejos de situarse en el futuro, ha comenzado ya, y que es un germen para cualquiera de los hombres desde el momento en que se da completamente a Dios.
Mamita Asunta, ahora y siempre danos tu maternal bendición ¡ No nos dejes Madre mía!
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